miércoles, 25 de octubre de 2017

     ¡Es posible sonreír y a la vez querer llorar! La vida nos conduce por caminos, de esos inciertos, de los que parecen no conducir a ningún lugar, esos que imaginamos cuando tenemos miedo: oscuros, desiertos, con árboles alrededor, o ruidosos pero con un destello de luz que indica que aún quedan pasos por dar...

     Dios en cambio te conduce por esos caminos sin abandonarte, solo que siempre llevas tus ojos casi cerrados y empañados por las lágrimas. Ese río que dejas fluir muy pocas veces porque eres valiente pero al dejarlas libre pueden ahogarte o mecerte sutilmente como las olas del mar a un niño que juega a flotar.

     Los nuevos comienzos no son tan malos, lo malo está en perder la fe, está en emprenderlos sin confianza y con mil tapujos que te hacen sentir desnudo y maltratado. Cuando mires al frente imagina lo rico que es sentir el lodo en tus pies, el rocío de lluvia en el rostro y ese rico olor que despiden los arboles, y ya no temas de ese camino que parecía horroroso, disfruta su olor y su textura y descubrirás lo que Dios a guardado para ti.

     Porque hasta los mas valientes guerreros necesitaron algunas vez que se les recordará cuan valiente era y cuanta confianza había en él, porque no hay batallas mejor ganadas que las que celebras con esa meta que llevas en el corazón.

     Cada persona lucha en batallas distintas. Algunos sonreímos al final de ellas, otros siguen luchando hasta sonreir por vencer una guerra. Que tu valor te lleve a los lugares que tu miedo pretende alejar. Un luchador con coraje podria en su lucha  dejar hasta su fusil. Pues un luchador no muere sino es por intentarlo.

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